Época: Austrias Mayores
Inicio: Año 1516
Fin: Año 1598

Antecedente:
Los Austrias mayores: Carlos I y Felipe II
Siguientes:
Monarquía y consejos
El rey y las formas de despacho
Secretarios reales
Las Juntas
Corte, etiqueta y majestad
La etiqueta al estilo de Borgoña
Nobles o burócratas

(C) Fernando Bouza



Comentario

La Monarquía Hispánica era la suma de distintas sociedades de estados que, reunidas en torno a una única figura real, el Rey Católico, hubo de enfrentar el problema de la imposibilidad de que el monarca residiese en persona en todos esos dominios que teóricamente exigían su presencia.
Las formas a través de las que cada uno de estos reinos mantuvo viva y abierta su relación con el monarca fueron variadas. Las consideradas de mayor eminencia fueron las celebraciones de Cortes, en las que el rey se reunía con el reino; en ellas, tanto podía conocer los problemas y necesidades que había que resolver como solicitar del reino consejo y auxilio. Pero ciertos virreinatos y gobernaciones territoriales o algunos consejos residentes en la corte pueden ser considerados expresión de esa misma voluntad de relacionar particularmente al rey con cada uno de los reinos.

Sin embargo, también es cierto que la incorporación de tantos dominios bajo un único cetro -súmense a los ibéricos, los europeos y los ultramarinos- se tradujo en el nacimiento de un nuevo ámbito que era o podía ser más que la mera suma de los territorios particulares de que se componía. Aunque si la consideramos desde la escala de los reinos, la Monarquía del Rey Católico era un mosaico de partes individualizadas y no centralizadas; vista desde la perspectiva del Rey Católico era mucho más, en relación, ante todo, con la escena internacional en la que se pugnaba por una hegemonía de apariencia continental o, incluso, universal.

En la corte se aunaban ambas dimensiones, la del particularismo que llegaba hasta ella para mantener viva la memoria de la existencia de los reinos, pero también la del conjunto que de alguna manera había que regir desde ese polo en el que se encontraba el monarca, quien, además, no se conformó siempre con ser nada más que el rey de muchos dominios distintos y que aunó recursos, diseñó estrategias y creó un sistema más globalizado, tanto para servir a los objetivos de su política internacional como para romper los límites que a su acción se le ponían en cada reino.